Este blog es parte de una colaboración con el Programa Colectivo Juvenil de Headstream, cuyo objetivo es elevar las voces de jóvenes líderes creativos y nutrir a una generación futura que pueda dar forma con confianza a un mundo digital más seguro y responsable.
Escrito por José Caballero, un investigador estudiante en Columbia University y defensor de la salud mental
“Cochón.” Así me llamaban en Nicaragua. El término cochón significa gay. Cuando era niño, crecí rodeado de mujeres. Mi tía nos crió a mí y a mi hermana, ya que mi mamá emigró a los Estados Unidos cuando yo tenía dos años. En la escuela, todas mis amigas más cercanas eran niñas. Tradicionalmente, las mujeres de mi familia cosen y tejen; es una tradición intergeneracional para ellas. Gracias a mi tía, yo también aprendí a coser y la ayudaba a hacer cortinas para vender y decorar su casa.
Sin embargo, estas actividades—la costura, notoriamente no tradicional para los hombres—fueron vistas como una amenaza a la heteronormativa de mi vecindario. En la escuela, los chicos de mi edad seguían llamándome cochón y comenzaron a acosarme verbal y físicamente. En Nicaragua, los cochónes tienen un destino: la incertidumbre sistemática. Algunos pueden ser silenciados socialmente u oprimidos políticamente. Otros sufren prejuicios y discriminación. Los transgénero desaparecen. Y el abuso físico y sexual en las calles son armas de prejuicio. Las personas queer en Nicaragua están cosificadas en una idea: perturbadores del orden social. Nosotres alteramos la heteronormativa y tales actos son moralmente incorrectos y deben ser castigados.
Por lo que presencié mientras crecía, creo que cualquier tipo de “castigo” es un acto de violencia, ya sea verbal o física, que sólo busca socavar la dignidad y la integridad humana. Pero en un país que perpetúa la violencia estructural, vivía dentro de un sistema disfuncional que inflige daño a personas como nosotres. En mi cabeza, todo lo que podía preguntar era: “¿Cuándo será mi turno?”. Mi turno de desaparecer. Lo que quiero decir es que las personas queer no sólo tienen que soportar la subyugación social sino también males políticos que nos deshumanizan y alienan aún más.
Extendiendo mis alas, comenzando una nueva vida
Toni Morrison, mi escritora contemporánea favorita, acuñó una metáfora que he extendido a mi propia vida: volar como un escape del peligro, hacia la liberación. Morrison creía que uno podía volar real, verdadera y fielmente, con alas reales y todo. Adopté plenamente esta metáfora cuando llegué a los EE. UU. en 2018, cuando mi hermana y yo nos reunimos con nuestra mamá. Vi esta mudanza como mi propia huida, mi propio escape de la prisión cultural que heredé y una oportunidad de comenzar una nueva vida.
Aquí, mi madre apoyó más mi orientación sexual y me dio el espacio para explorar y sanar. Sin embargo, este cambio monumental vino acompañado de una mayor alienación, una que no había sentido antes. Como hablante no nativo de inglés y estudiante de primera generación, fui arrojado a un sistema y a un país sin amigos ni apoyo social. Afortunadamente, encontré un sentido de comunidad y un sistema de apoyo en línea.
Encontrar soporte en línea
En un informe reciente de Hopelab y Common Sense Media, se descubrió que los jóvenes latinos consideran que “las redes sociales son más importantes para obtener apoyo o asesoramiento cuando lo necesitan en comparación con personas blancas (50 % frente a 60 %)”. Para mí, este fue el caso. Plataformas como Facebook siguen siendo la principal vía de comunicación con mi familia en Nicaragua por los gastos de línea telefónica. Gracias a Facebook, pude ver a mi mamá en cámara por primera vez cuando tenía ocho años, después de que ella emigró cuando yo tenía dos. También utilicé plataformas de redes sociales como YouTube para aprender inglés. Veía videos de YouTube de otros inmigrantes que compartían su experiencia en la escuela secundaria. Además, las comunidades de Reddit me ayudaron enormemente a aprender dichos y palabras nativos en inglés. Y, por supuesto, Google Translate fue mi mejor amigo—junto con las canciones de Taylor Swift, francamente, que me ayudaron enormemente a perfeccionar mi pronunciación nativa y ampliar mi vocabulario.
En abril, tuve la oportunidad de co-dirigí un panel de redes sociales en la sede de Meta en Nueva York. Algunos de mis compañeros panelistas también eran queer: dijeron que las redes sociales les ayudaron a encontrar un verdadero valor e identidad en sus vidas. Resueno con su experiencia.
Autodescubrimiento y experiencias queer online
Cuando se trata de autodescubrimiento e identidad, las experiencias de los jóvenes LGBTQ+ con las plataformas de redes sociales no son monolíticas, pero esto tampoco significa que sean conducentes a lograr siempre resultados positivos. En el mismo estudio realizado por Hopelab y Common Sense Media, se descubrió que los Latinos tienen “aproximadamente el doble de probabilidades que los jóvenes blancos (40% frente a 21%) de haber tomado un descanso permanente de las redes sociales debido al acoso u otras experiencias negativas en línea”. Si bien es cierto que encontré una comunidad en línea, es innegable que las redes sociales exacerbaron mi alienación. Interioricé la insatisfacción corporal por la saturación de cuerpos perfectamente inalcanzables en línea. Esto resultó en un trastorno alimentario debido a la prevalencia de una “dieta saludable” en 2018.
Sin embargo, yo diría que para un niño que creció siendo testigo de niveles extremos de dominio político y censura, las redes sociales sirvieron como una salida para la esperanza y la exploración. Obtuve esperanza e inspiración de YouTubers hablando sobre su identidad y la visibilidad de las experiencias vividas por los jóvenes LGBTQ+ en Instagram.
A ti, querido lector, te dejo con esto: Ser queer no es sólo una celebración de junio. Ser queer significa ir en contracorriente con los dogmas e instituciones tradicionales que han establecido el orden social mediante el dominio y la propaganda heterosexual. Ahora bien, a veces ir en contra de eso es realmente aterrador e intimidante. Pero el futuro es queer.